RACISMO DOCTRINARIO

La Batalla Final.

Rosa Parks, Nelson Mandela, identidades y luchas afro en una sociedad globalizada.

Dr. Quince Duncan

 Dos consideraciones iniciales:

  1. La cuestión de identidad
  2. La cuestión del racismo.

“Marquemos el terreno. La identidad se comprende como la imagen que una persona, grupo o comunidad tiene de sí mismo. Define al uno frente a todos los otros. Define a una colectividad como entidad separada e independiente de las demás. Es pues, autopercepción y sentido de pertenencia.

Esta identidad puede ser impuesta, es decir, “quien soy” puede ser una categoría externa. La categoría de “no blancos” define a partir del blanco. Pero también la identidad puede ser asumida. Vale decir, aunque en su origen esa definición es dada por el otro, la persona o grupo definido toma como propias los elementos atribuidos a él, las considera efectivamente suyas con orgullo o con pena. Finalmente la identidad puede ser autogenerada, producto de las consideraciones que la propia persona o comunidad define en el proceso de construcción de una imagen adecuada de sí misma”.

Sigamos marcando el terreno. El racismo no nace. El racismo se hace. Herodoto, reputado como el padre de la historia occidental, en sus frecuentes viajes por el Mediterráneo y Norte de África, se encontró con los etíopes, a quienes llamó de “tinte oscuro” en clara alusión al color de su piel. Pero esa referencia circunstancial no lo llevó a sacar ninguna conclusión racista. Más bien, se deshace en elogios. “Etiopía tiene oro en abundancia, elefantes enormes, numerosas especies de árboles salvajes, ébano y hombres de una  altura, una belleza y una longevidad excepcionales”. (Rebérioux, en Comarmond y Duchet 1972:153).

La presente exposición explora la presencia del social darwinismo en Nuestra América, y su relación con nuestras crisis de identidad, bajo la premisa de que esta realidad rebasa el límite de la curiosidad para convertirse en un problema, en tanto mantiene al ser latinoamericano en una situación dicotómica, de escisión de su consciencia, en continua lucha por asumir una identidad que no acaba de definir.

LA GENESIS IDOLÓGICA DEL RACISMO REAL DOCTRINARIO

En el Siglo XV comienza a fraguarse el racismo real-doctrinario, bajo la modalidad del derecho divino, cuando el Papa Nicolás V (1447-1455), frente a la exploración portuguesa de la costa africana dio a conocer su nefasta directriz autorizando la esclavitud perpetua para los africanos. Los europeos quedaban en libertad de “atacar, someter y reducir a la esclavitud perpetua a los sarracenos, paganos y otros enemigos de Cristo al sur del Cabo Bojaoor incluyendo toda la costa de Guinea” (Hart 1984: 19). Léase por habitantes de la Costa de Guinea, africanos de piel negra. 

Frente al desconcierto del llamado “descubrimiento” de América, los europeos se enfrentaron a pueblos de los cuáles no tenían conocimiento. En esas circunstancias, Fray Juan Genés de Sepúlveda, historiador y eclesiástico español, les dio a los invasores españoles la justificación divina para su proceso de conquista y colonización de los pueblos originarios de América, con la doctrina de los “justos títulos”. El fraile recurrió al pagano Aristóteles para concluir que el originario de América era un esclavo natural, y por tanto a los españoles les correspondía el derecho de tutela, lo cual implicaba la servidumbre o esclavitud natural de los indígenas y la condición de amo absoluto de los españoles. Y todo eso por el propio bien del “indio” que era un ser incapaz de gobernarse a sí mismo[1]. (Pozoblanco, España, h. 1490-id., 1573)

Por su parte, Edward Long, autor de The History of Jamaica, (1774) le explicaba a su audiencia británica, que los negros: “carecen de inteligencia, y parecen ser incapaces de hacer algún progreso en civilidad y ciencias. Entre ellos no existe un sistema moral. La barbarie hacia sus hijos rebasa aquella de los animales. Carecen de sensaciones morales: su único placer son las mujeres; comen y beben con exceso; no desean otra cosa que vaguear” (Long, citado por Hart 1984: 89).

Los  “Cristianos Alemanes” (1932) todavía en la primera mitad del Siglo XX, aseguraban que “en la raza,la Nacióny las características nacionales vemos puntos de orden para nuestra vida”. Ese orden fue establecido por el mismo Dios y por tanto es un deber mantenerlos. “Por ese motivo cualquier mezcla de raza” debe ser rechazada. “La creencia en Cristo no destruye la raza, sino que la profundiza y santifica” (Luepke, 1978:3).

Pero no solo terciaron en esto los teólogos e historiadores. También lo hicieron adherentes a las incipientes ciencias naturales y sociales. Con verdadera visión biodeterminista, Carl Linneo (1758), el naturalista, considerado por algunos como fundador de la antropología, le dio al mundo la lógica racionalizadora del racismo que aún hoy subsiste en su tratado Systema Naturae, en el que clasifica a la humanidad en cuatro grandes grupos, cada uno de los cuáles poseía características bio-determinadas. El homo americanus (indio) es persona obstinada, alegre, vaga y sujeta a costumbres. El homo asiáticus (asiático) es en cambio melancólico, avaro y fastuoso y se rige por la opinión. En lo más profundo de la escala encontramos al homo afer (negro), como ser simiesco, perezoso, de costumbres disolutas, que se rige por lo arbitrario, y, en lo más alto de la escala el homo europaeus (blanco) persona fina, ligera, ingeniosa que se rige por leyes.

Menudo lío para la humanidad. Ideología colonialista disfrazada de cientificismo, elaborado desde un escritorio. Linneo jamás hizo una gira de campo para conocer prima facie a los que tan alegremente clasifica.

Tras él, Voltaire (16941778) quien colocaba a las personas de “raza negra” como especie inferior de hombre y el profesor de anatomía holandés Pieter Camper (1722-1789), quien inventó la cranología, “ciencia” que comparaba el tamaño y forma de los cráneos para demostrar la superioridad europea y la inferioridad africana. Para 1810, la teoría racista había logrado total respetabilidad en Europa, tanto que se abrió una especialidad científica enla Universidad de Göttingen, donde el profesor alemán Barthold Niebuhr “sentó cátedra” afirmando que “raza” es uno de los elementos más importantes de la historia. G. W. Hegel, el gran señor de la dialéctica, por su parte postulaba en 1830 que el negro representa al hombre natural en su condición salvaje, y no hay nada remotamente humano en su carácter. (White 34).

En el Norte del Continente Americano, cayó muy bien la idea de la superioridad absoluta del blanco. La tesis fue actualizada en América por el medico y naturalista Samuel George Morton (17991851) oriundo de Philadelphia.

Y Graduado de la Universidadde Edinburgo (Escocia). A este profesor de la Universidad de Pensilvania, se le considera el fundador de la etnografía americana. Aunque Morton se cuidó de no negar explícitamente la unidad de la especie humana, sobre todo por no contravenir la tesis bíblica, sus seguidores, no tardarían en afirmar que las investigaciones de Morton probaban concluyentemente la teoría del poligenismo (Josiah C. Nott y George Gliddon Types of Mankind, 1854).

En los Estados Unidos se declaró la esclavitud perpetua de toda persona negra, “india” o mulata[2]. Se decretó la prohibición estricta de educar al negro, en algunos casos bajo pena de muerte, tal como sucedió en estados como Alabama, Mississippi, Luisiana y Carolina del Sur. El dueño de la hacienda esclavista, tenía derecho absoluto sobre la vida, pudiendo incluso matar a su esclavo sin consecuencias. Como reza el famoso fallo dela Suprema Corte: un negro no tiene derecho alguno que haya de ser respetado por un blanco. Massachusettes, 1698; Coneticut y New Jersey, 1704; Pennsylvania y Nueva York, 1706; Carolina del Sur, 1712; Delaware, 1721; Rhode Island, 1728; Carolina del Norte, 1741

Hubo también determinismo geográfico. Por ejemplo, el Conde de Bufón (1774), sostuvo la tesis de que el color original del ser humano es blanco, pero se negreó en contacto con el trópico, degenerándose y perdiendo algunas facultades mentales. Él aplica por primera vez en el campo de las ciencias sociales la palabra raza a los grupos fenotípicos de la especie humana.

En la América de dominio español y portugués, el racismo no se fundamentaba en la exclusión absoluta sino en el mito del ascenso gradual de las familias por vía de sus descendientes. El sistema de las castas. Se necesitaban seis generaciones para blanquearse. De modo que las castas llegaron a ser “categorías de gente que sin ser blanca aspiraba o andaba en la senda de lograrlo” (Friedemann 1993:  64.

Viene a cuento el caso de un padre de familia en Nueva Granada, quien demandó a su propio hijo por atentar contra su familia. En efecto, en 1787 en Santa Fe de Bogotá, Ignacio de Salazar entabló una querella en contra de su hijo, por casarse con una mulata. El afligido padre declaraba que su familia era de “gente honrada limpia de toda raza de Guinea”. Alegó el honorable hacendado, que tal matrimonio le infringía un grave daño a sus hijas, en la medida en que limitaba sus posibilidades de un buen matrimonio. (Friedemann 1993:  65)

En el infausto Congreso de Viena, celebrado en 1815, los europeos se repartieron África mediante un tratado. De inmediato se levantaron dos tesis: la de Marx y Engels (1848, 1867) que explica el progreso humano a partir de la lucha de clases y la de Arthur Conde de Gobineau  quien en su “Ensayo sobrela Desigualdadde las Razas Humanas” (1853), levantó la idea de la lucha inevitable entre las razas. Pero le dio de paso un avance a la teoría del racismo doctrinario al establecer la idea de  subrazas.  Ejemplos: raza blanca se dividiría en las subrazas aria, alpina  (mongoloides)  y mediterránea  (de origen africano). En Gobineau clase y raza se confunden.

Sin embargo, a partir de Houston Chamberlain en sus Fundamentos del Siglo XIX todos los arios se consideran concentrados en Alemania y se llaman teutones. Ahora, raza y nación se confunden.

El rey de Alemania, el Kaiser Guillermo II acogió con mucho entusiasmo el libro, convirtiéndose en su principal difusor. A la vez, agrega la idea del “peligro amarillo” sean los chinos, en quienes ve una amenaza para la civilización europea.

También hubo una corriente determinista de corte bio-cultural. El social darwinismo atribuido al filófofo ingles Herbert Spencer (18201903) expresa esta tesis. Tomando las teorías de Charles Darwin sobre la evolución,  y rescatando a la vez ideas de Gobineau, sostuvo que la lucha entre la raza blanca y las demás era inevitable, porque la primera es cristiana, civilizada, y vive en un hábitat templado. La naturaleza la proveyó de animales grandes, útiles para el trabajo y les dotó de una mente superior. Las otras razas practican el sacrificio humano, son bárbaras, viven en un ambiente tropical, sin grandes animales, y sufren de un infantilismo crónico e incurable.

No faltaron las posturas psicologistas. Llevaron la batuta psicólogos y psiquiatras, que quisieron ver el racismo como algo natural. Deviene en la teoría de la eugenesia, propuesta por Sir Francis Galton (18221911), explorador y científico británico primo de Charles Darwin. Galton propuso mejorar la raza mediante la selección artificial, promoviendo las “carcterísticas deseables” y suprimiento las indeseables, con base en la genética.

Esta teoría tuvo su auge en los Estados Unidos y alimentó la utopía del nazismo alemán y las posteriores esfuerzos de limpieza étnica que se han dado en algunos países europeos. Durante la época nazi, por ejemplo, hubo una política de esterilización de personas de raza negra, junto con discapacitados, delincuentes, pobres o enfermos mentales

Uno de los psiquiatras más explícitos es el socialista latinoamericano José Ingenieros, para quien «Los hombres de raza de color no deberán ser política y jurídicamente nuestros iguales; son ineptos para el ejercicio de la capacidad civil y no deberían considerarse personas en el concepto jurídico («Las razas inferiores», 1906, ef.n.).

Todavía hoy siguen en boga las ideas eugenésicas. En 1994 los psiquiatras Richard J. Herrnstein, quien fuera profesor de Harvard hasta su muerte y Charles Murray, publicaron The Bell Curve: Intelligence and Class Structure in American Life. Sostienen en dicha obra que los afroamericanos y los hispanos son intelectualmente inferiores, debido a su herencia genética. Es pues imposible mejorar su condición, ni por medio de la educación ni por el entrenamiento. Y citan en su apoyo a autores asociados consistentemente al movimiento nazi internacional. 

La eugenesia fue un referente obligado en la política migratoria de los Estados Unidos durante los años 30 y se documenta en 1974 la esterilización del 25% de las mujeres indígenas y se constató una inexplicable disminución de la fertilidad entre mujeres afrodescendientes e hispanas[3].  Y qué decir de James Watson, profesor dela Universidad de Cambrige y Premio Nobel de Medicina en 1962 por sus trabajos con el ADN, quien declaró a la prensa ante el estupor de todos, que los negros eran intelectualmente inferiores a los blancos. Muchos de sus colegas reaccionaron indignados, demostrando las graves inconsistencias y la limitación y sesgo de la muestra empleada por él.

LAS CRISIS DE IDENTIDAD EN AMERICA LATINA

La versión latinoamericana del Social Darwinismo, se levantó sobre la tesis de la dicotomía civilización-barbarie, expresándose mediante un eurocentrismo extremista, verdadero culto a una Europa idealizada. Es decir, eurofilia –un proceso de identidad europeizante asumida por los mestizos y blancos criollos. Es curioso cómo la población mestiza y blanca luego de lograr su independencia asumiera la identidad del conquistador. El sector político e intelectual dominante, asumió la identidad del colonizador, con una Francia idealizada, y aunque con menos fuerza, retomarían el tema de España como la Madre Patria. Amplían la definición de blanco, incorporando a la gran mayoría de los indo mestizos, y afro mestizos de características fenotípicas cercanas a las europeas.

Domingo Faustino Sarmiento hablando de Francia decía: “El francés de hoy es el guerrero más audaz, el poeta más ardiente, el sabio más profundo (…). Sus ideas y sus modas, sus hombres y sus novelas, son hoy el modelo y la pauta de todas las otras naciones” (Citado por Schwartz,  1999: 13). Y el poeta Ventura García Calderón en un impresionante derroche de humildad, clamaba a París: “A ejemplo de tus parques civilizados que obedecen a una oculta geometría, quiero mondar cada mañana el alma bárbara” (Cantilenas 17, citado por Schwartz,  1999: 15).

Pero también el social darwinismo latinoamericano contiene una dosis alta de etnofobia. Los mestizos latinoamericanos, empeñados al igual que los negros en olvidar el nefasto sistema de castas que imperó durante la Colonia, llegaron a considerar a la diversidad étnica como una amenaza para la unidad nacional. Cultivaron una fobia real por la diversidad. Según este punto de vista, y al decir de Juan Bautista Alberdi, “En América todo lo que no es europeo es bárbaro”. Desde luego que, al igual que lo hizo antes Linneo, él se situó entre los europeos. No hay más división que este: el indígena considerado salvaje por Alberdi y “el europeo, es decir, nosotros, los que hemos nacido en América y hablamos en español, los que creemos en Jesucristo”. (Anglarill, 1994.). Y agregaba taxativamente: «Poblar es civilizar cuando se puebla con gente civilizada es decir con pobladores de la Europa civilizada».  (1 Alberdi, J. B. «Las bases y puntos de partida para la organización política dela República Argentina». La cultura Argentina, Buenos Aires, 1928. Citado por la historiadora Graciela Sapriza)

En Alberdi eurofilia y etnofobia coinciden.

En lo que se refiere específicamente al afrodescendiente, Carlos Bunge sociólogo y jurisconsulto (1875-1918)  afirmaba que el africano tenía una capacidad de pensamiento y de trabajo menor que la europea. “Ello es evidente –afirmaba del negro– él no ha inventado el telégrafo ni el ferrocarril, no es artista creador, no es empresario perseverante (…) hasta hoy, en ningún clima y bajo ningún gobierno el negro ha prestado a la humanidad servicios de clase intelectual y directora” (Anglarill, 1994)[4].

Una cita del periódico chileno El Mercurio resume genialmente el pensamiento latinoamericano de aquella época:

Hay americanos de raza indígena, americanos de raza africana y americanos de raza europea. Fueron los últimos los que fundaron la civilización en América. Los indios y los africanos la rechazaron siempre y por sus instintos bárbaros obstaculizaron los esfuerzos de la raza blanca para imponerla. (El Mercurio, 7.8.1863. Citado por Fernández Retamar, en Casa de las Amèrcas, No. 102, p.44).

Algunas veces la etnofobia es tan extrema que nos exhibe frente al mundo como personas de dudosa seriedad. Por ejemplo, el mismo Joaquín Balaguer, apoyándose en la opinión de Euclides Gutiérrez Félix, trata de convencer a sus lectores de que no hay ningún rasgo afro en el merengue, baile típico por excelencia enla República Dominicana(Balaguer, Joaquín, 1998:212).

El tercer elemento, la endofobia, es una consecuencia lógica de los anteriores. En efecto, se trata del rechazo que la cultura latinoamericana, en términos generales, ha mostrado de su propia herencia. Incluso, en algunos casos, ese rechazo llega al odio de sí mismos.

Domingo Sarmiento sentenciaba:

 “De la fusión de estas tres familias ha resultado un todo homogéneo, que se distingue por su amor a la ociosidad, e incapacidad industrial (…) la idea de introducir negros en América” han producido “fatales resultados”. (Sarmiento, Facundo, ed. cubana, 1982)

Por su parte, el sociólogo y periodista Laureano Ballenilla Lanz  (1870-1936) justificaba el caudillismo, al considerarlo necesario y natural para controlar “a la masa bárbara, analfabeta, que entiende la libertad como una licencia, un rebaño humano en estado natural, llaneros, negros y mestizos” (Cesarismo democrático, citado por Devés Valdez, 2000:69).

Y Carlos Octavio Bunge, hablando de la composición psíquica de la población latinoamericana decía “los españoles nos dan la arrogancia, indolencia, decoro; los indios, fatalismo y ferocidad; los negros, servilismo, maleabilidad” pero como las tres razas se han mezclado se nota en el hispano mestizo “cierta inarmonía psicológica, relativa esterilidad y falta de sentido moral” (Nuestra América, citado por Devés Valdez, 2000:71).

Por otra parte, Salvador Mendieta escribía principios del siglo XX que los pueblos centroamericanos se caracterizaban por su debilidad física, su pereza, falta de iniciativa, lujuria, tristeza, y otros tantos epítetos. El autor centroamericano consideraba a su propio pueblo moralmente cobarde, integrado por individuos que se avergüenzan del país donde nacieron. (La Enfermedadde Centroamérica, 1906. Citado en Devés Valdés, 76-77)

Este rechazo a la diversidad no se limitó a los intelectuales, sino que logró permear a toda la sociedad, en ocasiones de manera muy explícita, e incluso, afectando la vida legal, con un impacto directo y a veces extremadamente doloroso en la historia de los afrodescendientes.

En Costa Rica (1891) al firmarse un contrato con Smith y Cooper para la construcción y explotación del ferroca­rril al Pacífico se estableció expresamente: «Es entendido que el concesionario no introducirá (asiáticas o negros) para los trabajos en la línea férrea, ni (…) para labrar o colonizar las tierras que se le otorgan» (Decreto IV, Art. 18, 25.11.1891).

La endofobia ha tenido repercusiones fuertes en las crisis de identidad del intelectual latinoamericano. Por ejemplo, Rubén Darío en sus Prosas profanas: se preguntaba: “¿Hay en mi sangre alguna gota de sangre de África, o de indio chorotega o nagrandano? Pudiera ser, a despecho de mis manos de marqués…”. El historiador Lowell Gudmondson nos recordaba cómo Darío se expresó con amargura sobre su exclusión de los círculos sociales de la élite Chilena, basada en su percepción de él como mulato, “¡por debajo de la sociedad decente en esta la más sureña de las sociedades americanas!” Gudmundson nos ofrece una excelente ejemplificación de la relatividad de las clasificaciones raciales en su artículo “Los peligros raciales de viajar: blancos en casa, negros en el extranjero”. (Lowell Gudmundson Mount Holyoke College[5].

Todas estas ideas fundamentadas en el social darwinismo, dieron origen al “proyecto civilizador” latinoamericano, que justificó el exterminio de muchas poblaciones indígenas, el blanqueamiento de la población mestiza por decreto, el estímulo de la inmigración europea y la invisibilización de los afrodescendientes.

A finales del Siglo XIX la élite latinoamericana compartía todos los presupuestos racistas de los europeos.

Ahora bien, esa identidad construida sobre la base de admiración por unos, rechazo por otros y desprecio por lo propio, no era reconocida o fue tajantemente rechazada por la población blanca. Los viajeros europeos hablaban del mestizaje como una de las características notables de la población latinoamericana. William Walker el filibustero norteamericano que invadió Centro América en 1856, consideraba a los centroamericanos como “una raza mixta, degenerada, disfrazada de blanca”. De ahí la justificación de su derecho manifiesto:

«Sólo los idiotas pueden hablar de mantener relaciones estables entre la raza americana, pura y blanca, y la raza mezclada indo-española, tal y como existe en México y Centroamérica. La historia del mundo no ofrece ejemplos de ninguna utopía en la que una raza inferior ceda pacífica y mansamente a la influencia directora de un pueblo superior». (Citado por Leopoldo Zea, Revista Universum Año 12-1997).

Un caso interesante es el de Brasil, cuyo mito de la democracia igualitaria y no racial, llevó a sus extremos el mestizaje a partir de las castas. La población brasileña aún hoy, está organizada en un continuum clase-raza, en el cual se va blanqueando conforme se sube en la escala y negreando al descender.

Entre las comunidades negras el social darwinismo latinoamericano, dio origen a la idea generalizada de “subir” o de “levantar” el color. Desde el punto de vista del auto estima, hizo mucho daño, fomentando en algunos sectores el desprecio por su herencia cultural y por sí mismos. El color llegó a ser para muchos una lacra. El “ideal de belleza” el modelo a emular era el europeo, y no hubo modelos alternativos con los que pudieran identificarse los que no tenían los rasgos físicos correspondientes. Ser negro llegó a ser para muchos una verguënza, sobre todo para los afromestizos y la población hispano mestiza insistía en utilizar la palabra con fines de agresión psicosocial. Aminoraban su devastador efecto con eufemismos tales como pardo, mulato, moreno.

LA RESISTENCIA

No obstante, la población afrodescendiente libró una inclaudicable lucha en contra de la esclavitud, contra la opresión, contra el racismo social darwinista de los Estados Nacionales, por medio de la insurrección, el sabotaje, el combate ideológico mediante sus tradiciones.

Ya en 1522 el Cardenal Cisneros se quejaba de la amenaza negra, pues se dio la primera gran insurrección de los esclavos en La Española, los cuáles por cierto era gente esclavizada en España y Portugal.

Pero la forma cimera de su lucha tomó la forma de cimarronaje durante la colonia. Son muchos los ejemplos de cimarronaje, muchos palenkes y quilombos a lo largo y ancho del sub continente. De 1549 a 1572 se da el caso de Filipillo,  quien comanda en el Golfo de San Miguel,  Panamá, una insurrección cimarrona. En 1603 Benkos Biojo enfrenta en Colombia a los españoles y los obliga a darles la libertad a los negros insurrectos y a reconocer su nicho como el primer territorio libre de la América colonial.  En 1608 Yangá conduce en México una impresionante revuelta, que termina en un movimiento cimarrón de tal envergadura que la corona tuvo que ceder y permitirles a los afromexicanos fundar su propio pueblo y vivir en ella con libertad. En 1713, el Palenque de San Basilio logra su autonomía tras una férrea lucha y funda la primera república libre de América. En la década de los 1770 los holandeses en Guayana tuvieron que firmar la paz con Bonnie, dando autonomía a los 80.000 cimarrones que comandaba. (Dela Guardia, Friedman, Martínez Montiel, Michèle Duchet)

Y, por supuesto, los afrodescendientes lucharon activamente en las guerras de independencia. Hay una deuda enorme de la historiografía oficial  en este campo. Pero es clara la participación de los afrodescendientes en el proceso, incluyendo la enorme contribución de los haitianos que acogieron y armaron a un Bolívar temporalmente derrotado.

Por cierto que, entre los líderes que participaron en esas justas, pueden citarse a uno de los más insignes afrodescendientes en ese proceso, como lo fue Morelos. Él tuvo el gran honor de emitir en México el decreto del 17 de noviembre de 1810, en el cual quedaba prescrito nombrar a las personas por castas. Todos pasaban a llamarse americanos y no habría esclavitud en el futuro. 

ROSA PARKS Y LA EXPERIENCIA DEL JIM CROW

Los negros en Estados Unidos estuvieron presentes en la lucha por la independencia. Pero sobre todo, se destacaron en la guerra civil, en que más de medio millón de ellos participaron en la contienda a favor de la libertad. Rápidamente, empezaron a ocupar posiciones, incluso en el Congreso de los Estados Unidos. Eso trajo una fuerte reacción de la cúpula que se fue generalizando a toda la población blanca.

A resultas de lo anterior se instauró el sistema conocido como Jim Crow, uno de cuyos rótulos puestos en la puerta de un negocio rezaba;

 NO SE ADMITEN PERROS, NEGROS NI MEXICANOS EN ESTE NEGOCIO

Más fuerte en el Sur esclavista, pero presente en toda la nación, el sistema Jim Crow fue la consolidación de las ideas de superioridad blanca, en el plano de lo cotidiano, y contó con la ayuda y apoyo de lo que se ha llamado el racismo científico. Las pseudo ciencias conocidas como cronología (ya comentada), la eugenesia –doctrina de superioridad blanca, algunos de cuyos defensores llegaron a proponer la eliminación de las razas e individuos supuestamente inferiores; la frenología –que asociaba tamaño del cerebro y el carácter de los individuos, inventado por el médico alemán Franz Joseph Gall (1758-1828); social darwinistas, citados supra, y teólogos que predicaban que los blancos eran el pueblo escogido por Dios y los negros estaban malditos por Dios desde tiempos de Noé.

En ese sistema, cierto tipo de labores estaban reservadas exclusivamente para las personas blancas. Cuando personas de ambas razas desempeñasen una misma tarea, el salario de la personas blanca sería muy superior. La ciudad de Birmingham, en 1930 prohibió a blancos y negros compartir juegos de mesa y Georgia en la década de los 30 del Siglo XX estableció parques separados para blancos y negros. 

Las restricciones de movilidad espacial, confinamiento a ciertos lugares, negación de acceso a lugares públicos y privados, era la norma del día. Y todo lo anterior acompañado de una intensa estigmatización del afrodescendiente como “nigger”, “oscuranas” y otros calificativos que reforzaban estereotipos anti-negros. En esto juraron un papel preponderante los periódicos y revistas.

Todo el énfasis se puso en la supuesta superioridad intelectual, moral y social del blanco sobre el negro y se impusieron normas sociales rígidos que recordaban al blanco su señorío y al negro su inferioridad y servidumbre. En ese contexto, el negro no debía darle la mano a un hombre blanco por no ser su par, ni podía ofrecer ninguna parte de su cuerpo a una mujer blanca pues esto se consideraría un intento de violación. Blancos y negros no debían comer juntos y mucho menos mezclarse.

PARKS Y MANDELA: LA BATALLA FINAL.

El movimiento de los Derechos Civiles en los Estados Unidos, tendría un gran impacto en el movimiento por la igualdad jurídica. Las condiciones estaban dadas cuando en 1955 Rosa Parks, una humilde trabajadora afrodescendiente, se negó a cumplir con la obligación de sentarse en la parte posterior del bus, según ordenaba la costumbre en Alabama.  Este gesto heroico, produjo una reacción concertada de la población negra de Estados Unidos, que comenzó con un boicot de los buses que no se detuvo hasta que fue abolida la discriminación en el transporte público. Fue seguido luego, bajo el mando de Martín Luther King, inspirado por la filosofía de no- violencia pregonada por Mahatma Ghandi, logrando paso a paso la abolición de la segregación racial en las escuelas,  iglesias, lugares públicos, y en las comunidades.

El último bastión del racismo militante fue Sur África.  En esa nación surgió el Apartheid,  doctrina que postulaba el desarrollo separado de cada una de las razas y grupos étnicos. El sistema segrega a los habitantes de la nación en términos de raza y etnia, definiendo por ley los espacios y los servicios que corresponde a cada uno, y la remuneración que pueden recibir por el mismo trabajo. Las diferencias entre los grupos se consideran de origen divino y por tanto inmutables. Los blancos como raza superior, constituían según esa visión de mundo, un pueblo escogido por Dios y con todo el derecho divino mantenían a los negros en reservas llamadas “bantustanes”.

El régimen surafricano era sin duda un Estado militar de filiación fascista. Uno de los principios jurídicos más importantes que se aplicó contra el negro es el de la presunción de culpabilidad. Es decir, el acusado por el Estado no se presumía inocente hasta que se probara su culpabilidad, sino que se presumía culpable y tenía que probar su inocencia.

Este régimen fue finalmente derrumbado por la lucha interna de los africanos y la presión exterior. La elección de Nelson Mandela como presidente de Sur África en 1994 marcó el fin formal del sistema, abriendo un nuevo día para toda la humanidad.

REALIDAD ACTUAL.

En los actuales momentos, puede decirse que la práctica del racismo en América Latina es de tipo residual. Existe racismo residual  cuando, sin una estratificación sobre bases estrictamente etnoraciales, se sigue utilizando conceptos racistas o empleando una terminología racista que tuvo su origen en el racismo doctrinario. Representó en su momento un corpus de argumentos supuestamente científicos, orientado a justificar la dominación racial. Actualmente ese conjunto de conceptos no tiene sustento en las estructuras objetivas que lo motivaron.

Pero ese racismo residual, que ha perdido la mayor parte de su ropaje doctrinario, sigue enquistado institucionalmente, fundamentándose en la tradición o la  costumbre. El racismo residual latinoamericano repercute sobre la población afrodescendiente en tanto la invisibiliza eliminándola de los censos nacionales, lo cual le permite a los gobiernos negar la existencia de un problema. Otra forma de invisibilización es el blanqueamiento de quienes se destacan. La lapidaria frase de que en América Latina el dinero blanquea, sigue siendo válida. En los libros de texto, no hay por lo general referencia a héroes o personajes afrodescendientes, que pudieran servir de modelo de vida para la niñez. Y cuando hay alguna figura inevitable en la historia, se le blanquea, bien por medio de los “retoques” artísticos de sus facciones, o bien omitiendo su imagen. Todo lo anterior lleva a la supresión de la identidad personal (Psicocidio racista).

El proceso parte de la ideología de superioridad – inferioridad racial, ubicando a la víctima en el grupo inferior. Luego, a veces con métodos paternalistas incluso, se omite el aporte del africano y sus descendientes a la dinámica histórica continental: los “negros” nunca han contribuido en nada al desarrollo de la civilización. La víctima  no tiene historia. Por tanto, no tiene lugar en los textos escolares.

Por medio de una fuerte estigmatización, se da por un hecho que los afrodescendientes, en términos generales, no son capaces de determinadas actividades de tipo intelectual y por el contrario, se le atribuyen facilidades para otras tareas más físicas, como son el deporte y el baile. De este modo, se le crea una realidad imaginada, una colección de estereotipos que no se refieren al negro real, sino a una invención poética, las más de las veces, poco agradable. Los referentes de prestigio y belleza son atribuidos básicamente a la población blanca-mestiza, salvo cuando la belleza es muy obvia y contundente dentro de los cánones establecidos,  en cuyo caso la persona es considerada bella, “a pesar” de ser negra. Esta estigmatización se emplea en la prensa, en donde un hecho positivo relevante tiende a omitir o minimizar la referencia al color. Pero en cambio, los titulares sobre hechos delictivos, remarcan el color o la etnia cuando se trata de un afrodescendiente o de un indígena.

También el racismo crea exclusión, entendida como falta de participación del afrodescendiente en la toma de decisiones trascendentales y en los puestos relevantes, sean esta sociales, políticos, económicos y jurídicos, y a las dificultades de acceso a los puestos de trabajo por motivos de su color.  Y esa que, al terminar el período colonial, las elites gobernantes no diseñaron un plan para promover a los afrodescendientes, de modo que se abrieran posibilidades de educación y oportunidades de participar en la dinámica cultural y económica. Por el contrario, parapetados en la idea de que el progreso no podía hacerse con la participación de las “razas inferiores” los excluyeron de todos los proyectos. .

Además, se dio la asombrosa ironía de que se le compensó a los dueños de esclavos por parte del Estado y de las Juntas locales. Ubiquemos bien la cuestión: se les compensó a los criollos esclavistas pero no hubo compensación alguna para los esclavizados.  De modo que el punto de arranque del afrodescendiente fue en falso.

Es evidente, a la luz de lo dicho, que el Estado Nacional, con la prédica de la igualdad fomentó la desigualdad, puesto que puso a competir en términos de “igualdad” al esclavo pobre y en un gran porcentaje ignorante de los procesos económicos y culturales de la época, con el criollo cuyos hijos se fueron a educar a Europa, utilizando incluso el dinero con que los compensaron por la “pérdida” de sus esclavos.

Otra forma en que se manifiesta el racismo de manera contemporánea es mediante la marginación regional. Este recurso, justificado algunas veces “por el bien” de los afectados y otras veces alegando el “derecho” de los pueblos a vivir como quieran, intenta librar al Estado y a la mayoría dominante de la responsabilidad de promover el desarrollo de la zona marginada. En esas condiciones, las zonas pobladas por los grupos étnicos no dominantes, acaban teniendo bajos niveles en el índice de desarrollo humano.  Las vías de acceso son las peores, los servicios de transporte escasos o inexistentes; los servicios de salud, agua, vivienda y electricidad son siempre los más pobres, y ni qué decir del nivel educativo que además de ser de baja calidad, no suele incluir en sus programas temas de interés específico para los grupos marginados.

Igualmente, se crea una imagen negativa de los individuos que provienen de la zona. El que viene “de la costa” o “de la salva” es vago, drogadicto, delincuente, peligroso. Cuando hay un suceso delictivo, no se individualiza el poblado en que se produce, sino que se generaliza a toda la zona. Esto tiene el efecto de ocultar los procesos de dominación y explotación a que está sometida la etnia no dominante y minimizar la competencia por recursos de inversión empresarial que pudieran desviarse hacia la zona, por ejemplo, turismo ecológico y otras fuentes de trabajo que se quieren mantener en la zona de la población dominante. La naturaleza misma es estigmatizada como zona “insalubre” “inhóspita”  “insalubre” y habitada por animales, insectos y población hostil, carnívoras, hipnóticas.

DE CARA AL FUTURO

Lo importante es señalar en este punto que raza y racismo son temas vigentes y un problema que no se ha resuelto,  porque residualmente, siguen influyendo sobre nuestra manera pensar los criterios coloniales, tales como la teoría del blanqueamiento por castas, la eurofilia de las elites dominantes y por qué no decirlo, de grandes estratos de la población; la etnofobia y la endofobia, que es la contraparte resultante del planteamiento de las castas, el terror de que la diversidad atente contra la unidad nacional y la vergüenza de aceptar la herencia propia. Marginalmente, subsisten también convicciones ya trasnochadas pero todavía perceptibles en cuanto a civilización y barbarie

Pero la batalla final ya fue librada. Comenzó cuando Rosa Parks se negó a sentarse en la parte de atrás del autobús, y concluyó cuando Nelson Mandela tomó el poder en Sur África, derrumbando al nefasto sistema del Apartheid.

Estamos aquí. Los afrodescendientes hemos sobrevivido. Gracias a la lucha de los Biojo, de los Zumbi, de los Nanny, de los Mariana Grajales, de los Yanga, de los Parks, de los King, en fin, gracias a la lucha de nuestros ancestros que lucharon en los palenkes, en los quilombos, en las insurrecciones, en el sabotaje, en la resistencia cultural. Se supone que debíamos habernos extinguido hace mucho tiempo, y estamos aquí, incluso superando la terminología colonial, estamos aquí con un nombre propio, puesto por nosotros mismos. Hemos pasado de negros a afrodescendientes. Identidad autogenerada. Nuestra. Y nos llamamos afrodescendientes, porque sí, porque nos da la regalada gana.

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[1] Mientras el Fraile inventaba sus trágicos disparates Tenochtitlan era la mayor ciudad del mundo; los Mayas habían descubierto el cero, concepto que no existía para él y la ciudad sagrada de Machu Pichu se erigía como un gran monumento a la cultura universal.  

[2] Massachusettes, 1698; Coneticut y New Jersey, 1704; Pennsylvania y Nueva York, 1706; Carolina del Sur, 1712; Delaware, 1721; Rhode Island, 1728; Carolina del Norte, 1741

[3]  CCHR, La psiquiatría, una industria de la muerte, 2006

[4] Algunos afrodescendientes contemporáneos de Bunge: Jan Mazeliger, (1882); inventor de la máquina industrializadora del zapato; Elijah McCoy (1872) inventor del dispositivo que permitió la lubricación continua de los trenes (antes tenían que parar cada tanto para tales efectos) y Garret Augustus Morgan (1923) inventor del semáforo.  

[5] Véase también, Mauricio Meléndez, “Presencia africana en familias nicaragüenses”, en: Rutas de la esclavitud en Africa y América Latina, Editorial dela Universidad de Costa Rica, 2001, págs. 347-349).